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lunes, 21 de noviembre de 2022

Nuevo reality "Desahuciados"

Me echaron de la casa a la fuerza, por impago. 

Un policía me cogió de los pies y otro por los sobacos y directamente me pusieron en la calle, junto con todas mis pertenencias.

Desde entonces vivo con mis muebles en la calle, en un descampado frente al edificio.

Ahora mis vecinos tienen su propio reality.
 
Ayer la vecina del segundo me dijo que la chica con la que me vio el otro día no le gustaba para mí. Hoy directamente le he pasado el móvil y he dejado que ella haga match en Tinder por mí. 

Hoy será noche de ventanas indiscretas.

miércoles, 16 de noviembre de 2022

Lucas

Me mira y sonríe. Hoy está tranquilo y eso me permite a mí relajarme un poco. Hoy es uno de esos días en los que me veo con fuerza para seguir adelante con mi vida, con el mundo, dedicar tiempo a mis otros dos hijos. 

El parto de Lucas fue horrible, lo que nunca imaginé es que terminaría con él parapléjico y con una discapacidad intelectual importante y conmigo en coma durante un mes. 

Cuando mi marido me cuenta como fue ese mes, me siento conmocionada. Se encontró con su mujer en coma, un bebe en la UCI al que solo podía entrar a ver a ratitos y con otros dos niños en casa impacientes esperando que alguien les explicara que estaba pasando y porque no volvía a casa mama y el nuevo hermanito. 

En esos momentos creo que fue cuando mi marido y me madre se reconciliaron. Nunca se habían llevado bien pero se necesitaban para que los niños funcionaran en su día a día casi como si no pasara nada y él pudiera ocuparse de estar con el bebé y conmigo. 

En el trabajo no fueron muy asertivos y se empeñaron en que estaba faltando mucho y que o iba a trabajar o se fuera buscando otro trabajo, así que mi marido les mandó a tomar por culo.

Cada día iba al hospital y se turnaba para estar con el bebé y darle el biberón y para estar conmigo hablándome y contándome lo que hacían mis otros dos pequeños en espera de que yo regresara de donde quisiera que estuviera. 

Un buen día desperté y allí estaba él, a mi lado. Me costó hablar pero lo primero que hice fue preguntar por el bebe. Manuel, mi marido, hizo una mueca y me confirmó que estaba vivo pero no había quedado bien. Quise verle, así que como aún no podía casi andar me llevaron en una silla de ruedas a la UCI donde aún estaba mi bebe ingresado. Al verle allí tan lleno de cables pensé que me iba a desmoronar, pero me agarró un dedo con sus manitas y eso me dio esperanzas. 

Desde entonces nuestra vida ha dado un giro de 180 grados. Ahora todo ronda en base a las necesidades de Lucas, hacemos turnos porque no puede estar solo, pero ha aprendido a comer solo aunque a veces le cuesta tragar. No habla pero hace ruidos que ya sabemos interpretar. Él comprende muchas cosas y se ríe mucho. Le encanta dar y que le den abrazos. 

Mis otros hijos han aprendido a quererle y a ayudarle aunque han sido años muy duros para todos, ahora no puedo pensar en mi vida sin él.

Su futuro es muy incierto, los médicos, aunque están alucinando con los avances que hace, nos han informado que su vida no puede ser muy larga, pero nos animan a hacerla lo más llevadera posible. Y así es como de un día para otro tu vida puede cambiar, pero… ¡no la cambio!.

martes, 15 de noviembre de 2022

Jugando al escondite

Cuando aceptó jugar al escondite con aquellos extraños niños semitransparentes no tenía ni idea de que terminaría dentro de un pequeño armario esperando a ser encontrada. 

Hacía mucho calor. Una gota de sudor resbalaba por su frente con la intención de caer en un ojo, tuvo que cerrarlo para que no entrará en él. No podía moverse, estaba oscuro, empezó a tener miedo, su corazón acelerado parecía retumbar. 

Pasaba el tiempo y no la encontraban. Se estaba aburriendo así que intentó salir, pero…la puerta no se abría. Lo intentó dando patadas, ¡nada! Gritó pidiendo ayuda. Comenzó a agobiarse. No había sido una buena idea jugar con unos desconocidos y menos aún meterse allí a pesar de que uno de los niños le indicó que sería un buen escondite y le ayudó a entrar.

Olía a quemado y había humo. ¡Quería salir!, siguió chillando y dando patadas y golpes con las manos. Buscó desde la oscuridad alguna llave o pestillo pero no encontró nada. 

De repente, escuchó la voz de uno de los niños que decía. ¡En breve serás como nosotros y jugaremos juntos para siempre! 

Los bomberos no supieron decir como comenzó el incendio…

La casa de papel

Ahora, ya vestido con el mono de la prisión, se sentía a salvo. Su cara reflejaba una extraña sonrisa de complacencia, que el resto de los presos confundía con locura. 

Corría el rumor de que era un tipo peligroso. 

Lo que no sabían era que todo el circo mediático que había montado, con rehenes incluido, era solo una treta para que lo metieran en la cárcel y poder tener una cama, tres comidas al día y las medicinas que necesitaba. 

Desde que murió su mujer y su hijo ludópata le arruinó.

¿Dónde iba a estar mejor a su anciana edad?

También tengo sentimientos

El ciervo se quedó quieto un instante. Llevaba muchos minutos corriendo de forma desenfrenada intentando escapar del fuego. Pero no veía salida posible, estaba rodeado de fuego. 

Conmenzó a tener problemas para respirar, agonizaba y sus llorosos ojos se salían de las órbitas. 

Se derrumbó y cuanto estaba en el suelo dejándose morir, un pequeño conejo apareció a sus pies. Le pateó para hacerle reaccionar. Cuando el ciervo levantó la cabeza le vió y sintió que aún tenía fuerzas, que ahora no estaba solo y tenía que buscar una salida por el bien de ese pequeño conejo. Sacó fuerzas de donde no las tenía. El conejo salto a la grupa del ciervo y ambos comenzaron a adentrarse de nuevo en el fuego.

Días más tarde los bomberon encontraron los cuerpos de los dos animales juntos y exhaustos pero vivos. El cuerpo del ciervo estaba muy quemado pero protegía al conejo. 

Desde ese día se hicieron inseparables y en el centro de recuperación de animales tuvieron que mantenerles juntos durante la recuparación porque ambos se escapaban para buscarse. 

Ahora el problema era como hacer para devolverles a su quemado mundo.




El sociópata del móvil

Mientras caminaba por el andén, mirando mi móvil y sonriendo al ver un video de gatos, choqué con una mujer mayor que me increpó, como suele hacer mi abuela, ¡Si es que con tanto móvil no veis donde vais, estáis atontados! Le pedí disculpas y me aparté. 

Como el tren tardaba, miré a mi alrededor y vi que la anciana estaba demasiado cerca del borde del andén, me dió por pensar que se podría caer y algo en mi interior me dijo que quizás sería bueno que prepara la cámara de video del móvil. De repente me sentí un miserable, pero aun así encendí la cámara.

Su propia capilla Sixtina

Ayer empezó a dibujarle en el brazo mientras dormía. Así lo había indicado en su testamento vital. Si alguna vez entraba en coma irreversible, quería que nuestro hijo le tatuara una serie de dibujos en su cuerpo antes de morir. Los dejo detallados en un documento.

Nunca le gustó que nuestro hijo trabajara de tatuador.¡Pareces un quinqui! le decía, cada vez que aparecía con un nuevo tatuaje sobre su cuerpo.

Pero en el fondo estaba orgulloso de él, aunque no se lo dijera mucho, porque siempre fue poco dado a demostraciones de afecto.

Así que, antes de que decidamos desconectarle, mi hijo realizará su mejor obra en el cuerpo de su padre.

viernes, 21 de octubre de 2022

Los buñuelos de la abuela

 

Unos buñuelos de viento para chuparse los dedos, así eran los de mi abuela. La echo de menos porque ejerció más de madre que de abuela, pero el COVID se la llevó.

Ahora aprovecho cualquier oportunidad para pasar por delante de la pastelería de mi barrio, es época de buñuelos, y envolverme en ese olor que me transporta a los días de mi niñez con ella.

Hoy no he podido contener una lágrima al recordarla mientras miraba el escaparate de la pastelería y aspiraba el dulce aroma.

Un joven ha salido y me ha ofrecido un buñuelo.
– ¡para que no estés triste! ha dicho 
Hemos empezado a hablar y al final, ¡hoy hemos quedado para cenar!


martes, 6 de abril de 2021

El dėcimo fallecido



¡No aguantaba más! Era la décima persona que se me moría en los brazos esa noche. No me había dado tiempo ni a llorar, porque se requería mi atención para otro paciente, al momento siguiente de certificar la hora de la muerte del anterior.

Llevábamos así días y días. Era como una pesadilla recurrente de la que quieres despertar y no puedes. 

Mi turno acababa ya.¡por fin! Me quité todos los elementos protectores, bata, mascarillas, guantes, pijama, gorro, gafas.... Me duché y desinfecté y marché a casa. 

Como cada día cogí el metro para volver y fue allí cuando tras sentarme agotada, me dio el bajón. No pude evitarlo y se me saltaron las lágrimas. No podía dejar de llorar. La gente me miraba pero nadie se atrevía a acercarse a mi. Solo miraban y se alejaban porque empezaba a parecer un poco loca porque había empezado a hiperventilar. Creo que me estaba dando un ataque de ansiedad. 

Una mujer que iba con una niña de la mano, finalmente se compadeció de mi, se olvidó de su miedo al contacto y se sentó a mi lado mientras me ofrecía un pañuelo y un zumo, supongo que de la merienda de su hija. Mientras me limpiaba las lágrimas, la madre me calmó, hablando con una dulce voz. Me preguntó que me pasaba y si podía ayudarme. 

Le conté como estaban siendo mis días de trabajo últimamente y que no podía más. Que me iba a volver loca. 

Entonces su hija, que no tendría mas de 6 años, sacó un bote de gel desinfectante, se limpió las manos y me agarro una de las mías  mientras me decía. Yo de mayor quiero ser como tú y ayudar a la gente. Mi yaya está viva gracias a los médicos que la ayudaron. Quizás fuiste tú. Así que no llores lo estáis haciendo muy bien, eso dice mi yaya y ¡ella sabe mucho!.

Nadie me había dicho nada así en mucho tiempo. Solo nos echaban en cara los que se morían, no los que se salvaban. 

Poco a poco me serené y tras dar las gracias a la madre y la hija me baje en mi parada y me fui a casa a descansar, para poder seguir mañana intentando salvar a más personas. 

¿Qué me pasa?



Hoy he tenido una pesadilla horrible, iba por la calle andando tranquilamente cuando un niño me ha señalado con el dedo mientras tiraba de la mano de su madre llamando su atención. Cuando la madre se ha girado y me ha visto, se ha llevado la mano al móvil y gritando me ha dicho ¡vete o llamo a la policía!. Yo no sabía por qué decía eso, miré detrás mío, pensando que se refería a otra persona. Pero no había nadie, así que era por mí y me asusté.
El niño comenzó a llorar y empezó a aparecer mas gente que me miraba, me señalaban y comentaban algo entre ellos. 
Empece a pensar si tendría sangre o algo clavado o la ropa rota o algo raro....pero no veía nada fuera de su sitio. Empecé a ponerme nerviosa cuando escuché la sirena de un coche de policía que se acercaba. Tuve la intención de echarme a correr e irme de allí, pero no había hecho nada malo. 
Un coche de policía paró a mi lado y se bajaron dos agentes que echaron mano a su arma y me apuntaron mientras pedían a la gente que se alejara. Me pareció subrealista la escena y no entendía nada.
-¿pero que pasa? Pregunté a los agentes.
-¿no sabe aún que no puede salir sin mascarilla? ¡Es obligatorio!. ¡Al suelo y ponga las manos en la cabeza!. 
Me tiré al suelo y fue en ese momento cuando me desperté. 
Me toque la cara y sonreí, para mí, al saber que allí estaba mi mascarilla, como obligaban las normas, al estar con un no conviviente.  
Que me hubiera acostado con ese hombre, al que había conocido aquella noche por Tinder, no le convertía en un conviviente. 
¡cosas de la pandemía!...